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Manuela Sancho y Bonafonte

15 jul 2021

Manuela Sancho nació en Plenas (Zaragoza), el día 16 de Junio de 1784. Segunda de los cinco hijos habidos en el matrimonio formado por Antonio y Maria, ambos naturales de la citada villa y labradores de profesión. Fue heroína en la Guerra de Independencia Española en los Sitios de Zaragoza.

Durante el primer sitio, la joven Manuela colaboró en las tareas de avituallamiento, no siendo hasta el segundo sitio, ante la feroz ofensiva del ejército francés, cuando tomará las armas con admirable resolución, participando en la defensa del convento de San José. El comandante del mismo, Don Mariano Renovales, pone en conocimiento de Palafox el comportamiento de la heroína en los términos siguientes: “Recomiendo con particularidad a Manuela Sancho que, tanto en el ataque del día treinta y uno de diciembre del año pasado, como en el de ayer sirvió de artillería y mortero como pudiera haberlo hecho el mejor artillero, conduciendo cartuchos para los unos, y piedras para el otro; sin haberle notado la menor mutación a pesar de haber caído algunos a su lado. Dio fuego a algunos cañones, y lo hizo con fusil desde la trinchera como uno de tantos; y pareciéndome una heroína, digna del distintivo que VE…”

Enardecida por el reconocimiento y ante la escasez de hombres que pudieran empuñar las armas la vemos en la encarnizada lucha de la calle de Pabostre (en la actualidad es la calle Manuela Sancho), junto a los Dragones de Numancia. Cuando ya no hubo paredes ni ventanas en pie, cuando no quedo ni un palmo de calle que defender, se replegó al cercano Coso, donde fue herida de gravedad en el vientre. Sepultada por montones de cadáveres, se la dio por muerta, dudando, tras el rescate, que la joven Manuela pudiera superar el terrible destrozo ocasionado por el impacto.

Tras tres matrimonios, de los que no tuvo descendencia, y una vida dedicada al recuerdo de las hazañas vividas, falleció Manuela Sancho un siete de abril de 1863, cuando contaba setenta y nueve años. El Ayuntamiento de Zaragoza, organizó un multitudinario entierro, que puso de manifiesto la alta estima que sus conciudadanos sentían por la última de las heroínas de Zaragoza.
El 15 de junio de 1908, sus restos fueron trasladados desde el cementerio de Torrero a la Cripta de la Capilla de la Anunciación, en la iglesia de Ntra. Sra. Del Portillo. La acompañan en el mausoleo Agustina Zaragoza Doménech y Casta Álvarez Bravo.

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